Gracias a quienes siguen este blog. Este 16 de agosto acaba de cumplir 3 años de existencia, y para celebrarlo, publico un relato erótico en homenaje al primer post, que también fue un cuento.
La playa estaba a 200 metros de la piscina, era la noche de año nuevo y pasaba unas pequeñas vacaciones en Adícora, un pueblo venezolano del estado Falcón. Es una zona de mucha brisa porque el caribe parece haber depositado allí todo su poder. Además la temperatura es muy agradable para el turismo, así que mis tíos, mis padres y yo, que entonces tenía 16, decidimos pasar dos semanas en un buen hotel de la zona para recibir el año entrante.
Desde nuestra llegada había disfrutado de la hermosa voz de Alicia, que cantaba con un pequeño grupo todas las noches en el club del hotel. A pesar de ser menor de edad, me dejaban entrar porque el ambiente familiar era absolutamente sano. Debo acotar que soy músico. Desde los 8 años empecé a estudiar guitarra y por eso me llamó tanto la atención la actividad profesional. Creí que era una buena oportunidad para aprender algo acerca de ese mundo.
Con Alicia había cruzado palabras en algunas ocasiones y era evidente que le caía muy bien. Siempre teníamos tema de conversación; si no era la técnica vocal, se trataba de la guitarra, o se las relaciones entre Moscú y Washington (je, mis 16 fueron en época de guerra fría), o lo que sea. Ella aparte de su excelente voz, podía presumir de un cuerpo cuidadosamente conservado y que a sus 32 años no revelaba más de 24. Era blanca, de cabellos negrísimos, con ojos color miel, de forma avellanada, típica de los indígenas venezolanos. En pocas palabras, se trataba de una bella mezcla de las etnias que en América se mezclaron como los ingredientes de un plato digno del mejor paladar.
Esa noche, tras las hallacas (nuestro plato navideño tradicional), las uvas, el champagne, los abrazos de años nuevo, los deseos y propósitos, yo decidí que me daría un paseo por la piscina (alberca), así que a la 1:30 de la madrugada del 1° de enero, un muchacho entraba solitario a bañarse y nadar un poco. En realidad me hubiese gustado ir al mar, pero el acceso a la playa estaba cerrado. Nunca me ha gustado usar shorts para bañarme en la playa o en piscinas, por lo que usaba traje de baño.
Como a los 15 minutos de nadar, un poco cansado, me acerqué a la orilla y reparé en que Alicia discutía con el tecladista del grupo a escasos 10 metros de mí. Aparentemente tenían una diferencia con respecto a la repartición del dinero recibido, así que pretendí ignorar su presencia. Pronto el hombre se alejó en dirección a los camerinos (o eso supuse yo) y Alicia me llamó.
-Javier... ¿puedes venir un momento?
Le conteste afirmativamente con la cabeza desde el agua y nadé hacia la orilla mientras ella se descalzaba e introducía sus pies en el agua. Me senté a su lado y me dijo
-Oye, este Juan es un muérgano; hasta ayer la plata se repartía a partes iguales entre los cuatro músicos y yo, pero a los dueños les gustó mucho nuestro trabajo y decidieron darnos un bono. ¡Y el muy coño ‘e madre dice que le toca todo a él porque fue quien cerró el contrato!
Yo intenté desembarazarme del asunto: -pero, Alicia, yo no entiendo nada de eso...
-¿Cómo que no? ¡Si tú eres más inteligente que esos pendejos juntos!
-Gracias...
-Yo sé lo que te sucede: es que no te quieres inmiscuir en nuestros asuntos... –y continuó, sin dejarme hablar- y me parece muy bien de tu parte; lo más probable es que mañana resolvamos todo, porque Joseíto, Fernando y Julián no se van a calar que éste los estafe...
Yo la miraba con sus pies metidos en el agua y recién capté que estaba solo en una piscina con una mujer terriblemente hermosa; sin embargo, no creí posible que llegase a pasar algo. A mis 16 aún era virgen y no tenía idea de cómo seducirla. Más aún, al lado de ella me sentía mucho más niño, porque ella duplicaba mi edad.
-¿Y no me dices nada? – casi me gritó...
Mi mente regresó del limbo en que se encontraba y le dije que no me agradaba la idea de intervenir en eso.
-¿Intervenir en qué? Te estoy preguntando que qué haces aquí a esta hora...
-¡Ah, ah!, disculpa, es que me distraje..., esteee... estaba aburrido y me gusta mucho el agua, así que me vine a nadar hace rato
-Sí, ya noté que estabas distraído: me estabas viendo los pies y te quedaste en otro mundo.
-Uh, ehh, sí –le contesté aterrado, pensé que iba a regañarme o algo así-, lo siento
-No lo sientas, es perfectamente normal, tienes 16 años y tus hormonas no te dejan en paz...
En ese momento se puso de pie y yo temí que me abandonase allí, pero sólo por un momento, porque vi con sorpresa que estaba quitándose la blusa. Creí que estaba delirando. Alicia me dijo que se iba a bañar un rato, que tenía frío y sabía que el agua de la piscina era calentada. Además, siempre estuvo trabajando y no pudo disfrutar del club. El contrato había terminado, de modo que al día siguiente volvía a Valencia, su ciudad de residencia.
La iluminación era tenue y sin embargo la recuerdo claramente. El cabello caía sobre sus hombros y la brisa lo movía con fuerza hacia atrás. Ingenuamente pensé que tendría su traje de baño debajo de la ropa, pero pronto noté que tenía un brassiere blanco, de encajes, y aunque mi mente afiebrada lo pensó, que se transparentaría completamente y podría ver sus senos y pezones a la perfección, guardé un prudente silencio. No quería romper el hechizo.
Bajó su falda dejándome ver sus pantaletas también de encaje y cuyo entramado dejaba ver una zona oscura de la que asomaban pelillos. Notó mi turbación, ya que me dijo:
-¿Te molesta que me bañe así?
-Ehh, ¿qué?... no, no, está bien, somos adultos, ¿no?- dije, bromeando, mientras me percataba de la estupidez que había hecho al meter el tema de la edad...
-Bueno, yo más que tú, pero estoy seguro de que estás a la altura, tus razonamientos y tu lenguaje dejan muy claro que ya eres un hombre en todo lo esencial. Quizá te falte un poco de experiencia, pero eso llegará...
Mientras tanto, Alicia ya había bajado completamente su falda y se había deshecho de zarcillos, pulseras, anillos y demás accesorios. Me deslumbraba tener tan cerca de una mujer tan bella, y tan desnuda como nunca antes había visto. Entró delicadamente al agua por la escalerilla, mientras yo examinaba visualmente su piel. En el blanco de sus hombros estaban estratégicamente ubicados miles de lunares que formaban una pequeña galaxia en negativo. Sus piernas eran torneadas con la precisión de las caminatas matutinas que hacía. Sus nalgas, con hoyuelos, eran firmes y redondas. Su espalda formaba una curva tenue, desde su estrecha cintura hasta sus hombros estrellados.
Las sensaciones visuales habían hecho efecto sobre mí, y agradecí que el agua me llegaba al pecho, porque mi erección había llegado a un punto en que dolía. Sí, dolía, pero divinamente. Cuando entró al agua completamente, sus prendas se hicieron transparentes. Ahí estaba mi sueño erótico: la mujer desnuda, absolutamente deseable, a un metro de mi. ¡Cómo deseaba tomarla!. El problema es que no sabía cómo hacerlo.
Ella se encargó de romper el hielo. Dándose cuenta de que estaba paralizado, fue directo al grano, diciéndome al oído: "Javier, ya sé que te gusto, que te excito, y tú también me excitas; tienes un cuerpo muy bello y el canela de tu piel me encanta"... Yo apenas atiné a decirle que sí, que me encantaba, que me volví loco al verla desnudarse, que me encantaría besa... y no pude terminar, porque ella ya lamía mi boca, enviando electricidad a mi sexo erecto. Sentí que las bolas ascendían y me abracé con fuerza a ella, vencido ya el reparo de que notase mi erección.
Me había decidido a dejarme llevar y ella me llevaba con maestría. Se apoyó en una pared de la piscina, en una zona en donde el agua llegaba a sus hombros y más o menos a mis tetillas y, poniéndome frente a ella, empujó su vientre sobre la cabeza de mi pene, que estaba reventando el traje de baño. Me pidió al oído que liberase sus senos, que el brassiere la estaba matando, me dijo; e inmediatamente mis dos manos corrieron a liberar el ganchillo que tiene detrás la prenda. La dejé al borde y mis manos exploraron su pecho blanquísimo. Sus areolas son pequeñas y rosadas, y noté por su respiración y por su voz ronca que se estaba excitando mucho.
Sus manos también hacían su trabajo y estaban conociendo mi pene, que era sacudido sin piedad por ella, al tiempo que la otra mano se apoderó de una de mis nalgas. Sacó el traje de baño de en medio y recibí una paja subacuática muy intensa.
A pesar de ser virgen, sabía que ella no quedaría conforme si acababa enseguida, así que propuse secarnos y buscar otro lugar. La propuesta fue acogida y en menos de 5 minutos estábamos en la habitación que el hotel reservó para ella y uno de sus compañeros. Ellos se habían quedado a tomar ron en el bar, así que teníamos vía libre.
Se quitó la ropa mojada y bajó mi única prenda, dejándome con las piernas colgando al borde de la cama. Las separó cuidadosamente, mientras su lengua recorría la cara interna de mis muslos. Cuando llegó a las bolas, las trató exquisitamente, chupando y lamiendo alternativamente, mientras su derecha me pajeaba. La mano izquierda acariciaba mi abdomen y en menos de 3 minutos me hizo estallar. La boca buscó ávida mi fuente de vida, limpiándome y creando sensaciones increíbles para mí: jamás pensé que un orgasmo fuese una cosa tan intensa y que fuese posible sentir tan divino justo después de la eyaculación: su lengua, girando sobre el glande supersensible, me obligaba a tensar todo mi cuerpo, era una sensación casi insoportable.
-¿Te das cuenta de que eres todo un hombre? – me dijo, con la picardía brillándole en los ojos.
-Tú me has hecho hombre hoy- respondí, avergonzado y orgulloso a la vez, de gustarle a aquella hembra.
Me miró con asombro: "¿nunca habías...?" "no" "wow, ¡qué emocionante!, esta noche te voy a enseñar de todo"
Y me enseño mucho, pero eso será otra historia.